Día 16: Saltar al vacío

Como esto del paro te permite hacer cosas para las que nunca antes habías encontrado tiempo, estoy aprovechando la ocasión para reciclarme y asistir a formación de todo tipo, esta semana a clases de primeros auxilios. Nunca entendí por qué salías del instituto sabiendo hacer inútiles ecuaciones de tercer grado o declinaciones de lenguas muertas, pero sin tener ni idea de qué carajo hacer si a cualquier transeúnte le da un jamacuco ante tus narices.

Pues bien, amigo transeúnte, hoy he aprendido a ponerte en P.L.S. (posición lateral de seguridad), así como a cortarte una hemorragia, hacerte un boca a boca o tratarte una hipotermia. Puedes estar tranquilo, la crisis está formando futuros héroes con tiempo libre en sus filas.

Pero lo que más me ha sorprendido de todo, es que nos hayan enseñado, en el primer día, a tratar también un intento de suicidio, como si fuera un riesgo probable en los tiempos que corren. El caso es que si ayer me hubiera topado en una cornisa cualquiera a alguien pensando en saltar, le hubiera soltado el rollo de “no merece la pena”, “este dolor también pasará” o, peor aún, el chantaje emocional del “piensa en tu familia” con la convicción de que hacía lo correcto. Pues hoy me han venido a decir, más o menos, que si de mis dotes persuasivas dependiera, el suicida hubiera dado el salto sin dudar, casi con impulso gracias a mí. Resulta que lo que hay que hacer es empatizar y ¡darle la razón! que no le faltará, por otra parte, si ha llegado hasta la cornisa.

Querido parado y deses-parado de larga duración, con tres hijos e hipoteca a treinta años, no te voy a decir que esto también pasará y que Rajoy y Merkel nos sacarán pronto de la ciénaga; lo que tengo que decirte hoy es que, efectivamente, tu situación es una mierda putrefacta y que no va a dejar de apestar próximamente. Espero haberte hecho sentir mucho mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario