El espejismo de las redes

Twitter acaba de abrir la puerta a la censura selectiva de contenidos en algunos países y también un nuevo debate sobre las redes sociales. Los usuarios de cualquier servicio privado, acataban hasta ahora las políticas corporativas de la empresa proveedora o cambiaban de marca si no las compartían. Pero la supuesta horizontalidad de las redes parece hacer creer a sus usuarios que forman parte de sus juntas directivas y que no existe por encima de ellos nadie más que meros técnicos que, en todo caso, les facilitan la edición de contenidos. Craso error. Aunque no les veamos, Twitter, como cualquier otra red social, tiene detrás un equipo empresarial que toma decisiones. Lo de los ‘160 caracteres por mensaje’ no vino escrito en las Tablas de Moisés sino que fue una decisión adoptada por un grupo de personas que, por cierto, se meten al bolsillo pingües beneficios con esta empresa. Porque eso es lo que es, una empresa de titularidad privada.
La censura, de una u otra manera, existe en todas partes. Llamémosle “derecho de admisión”.  Los grandes medios de comunicación de todo el planeta, aduciendo limitaciones varias, censuran cada día a personas, organizaciones o anunciantes al elegir unas cartas al director y no otras, unas llamadas del oyente en lugar de otras, unos contenidos y no otros, y nadie se lleva las manos a la cabeza. La corta vida de las redes y el entusiasmo casi adictivo de sus usuarios hace que todavía existan confusiones respecto a quién toma las decisiones, por muy horizontales y democráticas que consideremos las redes.
Vaya por delante mi defensa a la libertad de expresión, pero Twitter está hablando de países donde no existe y creo que la entrada de una red social es una buena noticia. Si para lograrlo tienen que, al menos, manifestar que “cuidarán” los contenidos, creo que estamos ante un mal menor. A mí tampoco me gusta que Twitter se ponga medallas a la libertad de expresión, como hizo tras la primavera egipcia, y luego pliegue por intereses económicos, y es obvio que Twitter se plantea esta estrategia en términos de nuevos mercados y no con el fin de abanderar una apertura tecnológica, pero a veces conviene analizar la situación con más profundidad.
La mayoría de los usuarios españoles de Twitter han nacido ya en democracia y lo de la censura les suena a raquitismo franquista contra el que protestar como acto reflejo. Y no les falta razón. Pero no todos los países se encuentran en la misma situación. Cuando llegó, por ejemplo, la televisión a España, podía haberse prohibido radicalmente su uso o bien limitarse a “vigilar” sus contenidos para no “pervertir la recta moral de los españoles”. Grave, y no seré yo quien defienda las decisiones de una dictadura, pero hoy lo vemos históricamente como un mal menor. El propio desarrollo del medio y, sobre todo, no olvidemos, de la sociedad fue abriendo contenidos. Es más o menos lo que pasa cuando llega algo nuevo a una sociedad cerrada.
A ver cuántos twiteros decepcionados con la empresa actúan de verdad en consecuencia y abandonan la red. Pocos, intuyo. Somos quejicas de medio pelo, de boicotear un sábado como mucho. Y nos ponemos a dar lecciones…
Yo, que en los tiempos que corren prefiero ver el vaso medio lleno por pura salud mental, me quedo con la buena noticia de que las redes sociales permitirán a millones de personas comunicarse como nunca antes habían podido hacerlo. Lo demás llegará.
Por cierto, amigo parado, ahora que ya ha terminado el boicot de chichinabo a Twitter, echa un vistazo de vez en cuando a su #empleo, no hay que subestimar ninguna herramienta de búsqueda.

(Foto: Jack Dorsey, creador y director ejecutivo de Twitter, junto a Barack Obama.)

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