Dice la Real Academia de la Lengua que miedo es la "aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea". En España ahora mismo el 80% de la población teme que le sucendan varias cositas contrarias a lo que desean, o sea que somos un país acojonado por mayoría aplastante.
Para Punset, que lo mismo habla de lagartos mexicanos que de explosiones cósmicas, la felicidad es la ausencia de miedo, por lo que se puede decir que no sólo somos una panda de acojonados sino de infelices. Y eso tiene un peligro añadido para Europa porque éramos los simpáticos de la clase y, visto lo visto, ahora somos los 'emos' de la última fila, compartiendo pupitre con los otros cachondos, a saber, italianos, irlandeses, portugueses y griegos. Europa se queda llena de empollones rubios y resentidos que, hartos de que les muerdan el bocadillo en el recreo, se han chivado al claustro.
Ahora que existe el temor, otro temor más, de que Europa se deshaga y volvamos a contar en duros, yo me pregunto qué nos quedará de los tiempos de impuesto espejismo noreuropeo. Desde luego las ayudas a madres solteras no. Ni los sueldos. Y ni siquiera nos ha dado tiempo de crear generaciones bilingües. Menos mal que no nos pueden quitar el sol ni la sangría. Con eso nos quedamos en el alfeizar de la DE (Desunión Europea). Como diría desde otro alfeizar Escarlata O'Hara ya pensaremos qué hacer mañana porque "mañana será otro día".
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